Desde hace varios meses, buena parte de las zonas rurales de Nueva Gales del Sur y Queensland, en el este de Australia, padecen una invasión de ratones sin precedentes. Dicen los granjeros que han llegado a contar hasta 7.000 ratones capturados en una trampa en una sola noche. Y que se atreven a meterse, ya no solo en los graneros en busca de comida, sino hasta en los dormitorios de los hogares.

Se ve la situación como una película de terror diaria no apta para aprensivos. Desde hace meses, estos territorios ­padecen el azote de una plaga de ratones “sin precedentes”, en ­palabras de sus autoridades. Su indeseada presencia ha provocado pérdidas millonarias en cosechas y maquinaria, y un estado de estrés permanente entre la población.

¿SE IRÁN CON EL FRÍO?

Fatigados, la mayoría ponen sus esperanzas en la pronta llegada del invierno y el uso de un potente veneno, aunque está por ver si consiguen finiquitar su peluda pesadilla, según relató una crónica del diario catalán La Vanguardia hace unos días.

Durante el día, la crisis pasa más desapercibida, aunque el olor acre de sus excrementos o las montañas de ratoncillos muertos por las trampas son un recordatorio de su presencia. Pero como en el cine, lo peor llega con la noche, cuando millones de roedores que han pasado  escondidos todo el día se activan y abandonan sus escondrijos.

lo peor llega con la noche, cuando millones de roedores que han pasado  escondidos todo el día se activan y abandonan sus escondrijos

Las decenas de vídeos publicados por su invasión pueden provocar sudores fríos. Se ven suelos de cobertizos y graneros difuminados por el corretear de millares de ratones frenéticos. Techos y paredes de las casas cobran vida propia con el sonido de sus arañazos y su chirriante sonido. Algunos roedores se cuelan y llegan hasta las camas.

Otros prefieren indagar por las cocinas. Y entre medias, mordisquean todo lo que pillan a su paso, sean alfombras, sofás o cables eléctricos. Ya han provocado más de un incendio, continúa su crónica La Vanguardia.

“Corretean sobre los niños por la noche. Están en los zapatos, en los bancos, en todas partes. Tuvimos que poner la comida en una caja de herramientas. Te muerden en la espalda. ¡Son una pesadilla!”, contó al canal local 9News Rebekah Ward tras perder su casa en uno de esos fuegos.

TRAS GRAN COSECHA, LOS ROEDORES

Después de encadenar un par de años de duras sequías e incendios, las zonas rurales de estos estados disfrutaron el año pasado de una cosecha abundante gracias a un 2020 pródigo en lluvias. Sin embargo, eso también propició las condiciones necesarias para una explosión de la población de ratones.

Capaces de reproducirse desde las seis semanas y dar a luz cada 21 días camadas de hasta 10 criaturas, las primeras grandes colonias se detectaron en octubre en el norte, y de allí se extendieron hacia el sur arrasando a su paso con cultivos y reservas (bien porque se las comen, bien porque las contaminan con sus desechos y nidos).

Se extendieron hacia el sur arrasando a su paso con cultivos y reservas (bien porque se las comen, bien porque las contaminan con sus desechos y nidos)

Un estudio del grupo industrial NSW Farmers mostró que un tercio de los encuestados ha sufrido pérdidas que varían entre los 31.000 y 95.000 euros, y avisó que el coste total puede ascender a los 500 millones de euros si no se toman medidas urgentes antes de que llegue el invierno.

“Estamos en un punto crítico en el que si no reducimos significativamente la cantidad de ratones, nos enfrentamos a una crisis económica y social absoluta en las zonas rurales de Nueva Gales del Sur”, aseguró hace unos días el ministro regional de Agricultura, Adam Marshall.

SIN CLEMENCIA PARA LOS RATONES

Para tratar de evitar que se pierdan las nuevas siembras de trigo, cebada o canola, las autoridades han hecho un pedido a India de 5.000 litros de bromadiolona, un veneno prohibido en Australia. Tan pronto como el órgano regulador les dé el visto bueno, comenzarán a distribuirlo de forma gratuita entre los agricultores para que protejan los perímetros de sus cultivos.

“Hemos seguido este camino porque necesitamos algo que sea superfuerte, el equivalente al napalm para destruir a estos ratones”, aseveró el ministro Marshall

Sin embargo, también han surgido voces que alertan de los peligros de recurrir a un veneno tan potente de forma masiva, ya que podría afectar a otras especies que se contaminen con el raticida o ­coman roedores ya envenenados.

“Se podría reducir por completo la población de aves rapaces” ­como lechuzas o búhos, señaló en la CNN la ecologista Maggie Watson. “Podría llevar entre 15 y 20 años recuperarlas, y mientras tanto no habría ningún control natural para la próxima plaga de ratones”.

Aun así, autoridades y agricultores piensan que es la solución menos mala, y planean seguir adelante con su aplicación.

Porque, como dijo recientemente el viceprimer ministro Michael McCormark, resumiendo el sentir de muchos, “el único ratón bueno es el ratón muerto”. No habrá clemencia para los roedores.

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