Un libro del sociólogo Marcos Giménez Zapiola, que compila más de sesenta artículos sobre situaciones comunes a este tipo de empresas, fue presentado en los últimos días en Argentina. Giménez Zapiola es sumamente reconocido en Uruguay, a donde ha llegado reiteradamente para dar charlas demostrativas sobre Bienestar Animal. El siguiente artículo, escrito por Lorena Arroyo para Agrofy, presenta la publicación y presenta explicaciones del autor sobre el origen y los alcances de la obra.
¿Cuáles situaciones son típicas en una empresa en la que sus miembros son familiares, y, qué particularidades aporta el hecho de que este emprendimiento esté basado en el manejo de un campo?
Circunstancias comunes a muchos campos argentinos que han desencadenado desde subdivisiones claras y calmas, hasta pleitos judiciales y rupturas familiares, son analizadas en el libro “La empresa familiar de campo: del arenero al escritorio”, del sociólogo y consultor Marcos Gimenez Zapiola.
Se trata de una compilación sesenta y cinco artículos que abordan, desde una mirada pragmática y resolutiva, situaciones que se dan en empresas rurales familiares relacionadas a conflictos de intereses, sucesiones, administración del dinero, hermanos, acuerdos básicos, entre otras cosas.
SURGIMIENTO
Motivó a Gimenez Zapiola a escribir sobre la empresa familiar rural el escuchar con frecuencia hablar de la misma en tono favorable: “Siempre fui escéptico con el tema de que, por ser una empresa familiar, ya entrábamos con ventaja. Más son las serias desventajas y si no las atendemos terminan por destruir la empresa y a veces a la familia”, afirma quien trabajó como sociólogo veinte años y después se pasó a la actividad agropecuaria.
LA FAMILIA CRECE, EL CAMPO NO
“El principal problema que tienen las empresas de campo, a diferencia de otro tipo de empresa urbana o de servicios, es que están basadas sobre un pedazo de tierra, y la tierra no se reproduce como la gente; la familia crece más rápido que las hectáreas normalmente”, explica el sociólogo, y sigue: “Entonces, cuando llegan las próximas generaciones es inminente una división o la necesidad de armar un esquema donde varios socios-hermanos tengan que encontrar una forma de mantener esa empresa en funcionamiento sin exigirle vivir exclusivamente de eso, como lo hacían sus padres”.
la tierra no se reproduce como la gente; la familia crece más rápido que las hectáreas normalmente
Gimenez Zapiola explica que muchas veces los padres, “con las mejores intenciones pero erróneamente”, pretenden que se siga un poco a la fuerza con la empresa: “Son frecuentes frases como ‘ahora más que nunca debemos estar unidos’, o ‘papá y mamá querían que siguiéramos esto juntos y nuestro deber es mantenerlo,’ y no, nuestro deber es hacer nuestra vida”, explica Zapiola.
A NO TODOS LES INTERESA EL CAMPO
“Llevar adelante una empresa de campo requiere una actitud hacia la vida distinta que lo que implica compartir otro tipo de bien como una casa de veraneo, por ejemplo, ya que para hacerla sostenible hay que trabajarla y no es algo que viene solito como una bendición del cielo”, manifiesta el consultor, quien destaca que “no todos necesariamente tienen interés en hacerlo”.
EL SOCIO PASIVO
El autor comenta que se suele dar la situación del socio o socia pasiva, refiriendo a aquel que no le interesa hacer del campo su medio de vida, y que no percibe ningún beneficio de la empresa: “Para este, tener ese capital en manos de un hermano que sí vive de eso porque lo administra, y también reside en el campo mientras él no percibe nada, a la larga se hace una situación insostenible que si no se encara racionalmente termina en pleito”.
Cuando estamos en la reunión de empresa, nos reunimos como si no fuéramos hermanos, y cuando vamos a la reunión de la familia, nos reunimos como si no fuéramos socios”.
Otro ejemplo frecuente que plantea el sociólogo en su libro es que el hermano que administra el campo “no se beneficia con un sueldo estable o solo cobra cuando hay plata”, situación que tampoco considera justa. “No se puede construir algo duradero sobre la base de que alguien tenga que ceder derechos de ningún tipo”, sintetiza Gimenez Zapiola.
INFORMALIDAD EN LOS NÚMEROS
Otro tópico de sus artículos: “En las empresas rurales familiares es muy típico encontrar una especie de manejo de las cuentas de facto donde las lleva solo el que maneja el campo. En algunos casos solo un hermano, o en otros este hermano con el padre o con la madre viuda, como si fuera el dueño de esa información, y ahí hay que trabajar mucho para modificar esa situación”, comenta el asesor.
SEPARAR PLANOS
“Lo primero que hay que hacer es separar lo que es la organización de la empresa de la organización de la familia y tratar de formalizar esto lo más posible”, sugiere Giménez Zapiola, y cita un ejemplo: “La fórmula más simple me la dijo un asistente en un seminario sobre este tema: hay que separar las reuniones. Cuando estamos en la reunión de empresa, nos reunimos como si no fuéramos hermanos, y cuando vamos a la reunión de la familia, nos reunimos como si no fuéramos socios”.
“La empresa familiar de campo: del arenero al escritorio”, está a la venta y se puede adquirir en la ciudad de Buenos Aires en la librería Cinco Esquinas (Libertad 1293, CABA) y en el interior del país encargándolo de manera online a través de la revista Márgenes Agropecuarios (márgenes.com).