No fue una celebración más en el largo historial que la firma Victorica tiene en su relación con los negocios rurales en el país. Porque la misma se celebró en la Expo Prado y porque se unieron tres de las cinco generaciones que el tiempo transcurrido ha puesto al frente de la empresa nacida en 1887. Clientes, familiares, amigos, representantes de instituciones bancarias, colegas, viejos y actuales colaboradores y allegados llegaron hasta el tradicional local de la firma en la Expo Prado para festejar el aniversario.

Ignacio Victorica Sáenz, hoy a cargo de la empresa, habló de la importancia de lo que significa “la Casa Victorica” ya no solo como nombre sino como concepto de empresa familiar, agradeciendo el apoyo de sus mayores, de los presentes y “de los que no están”, mientras su hija Julieta Victorica Musacchio, que desde hace dos años cumple tareas en la empresa, valoró ser la primera de la quinta generación sumándose a la firma. También Carlos Victorica tuvo palabras para rememorar el pasado, para celebrar el presente y para agradecer a los presentes su adhesión a la firma.

También estuvo en la celebración el Dr. Pablo Zerbino, presidente de la Asociación Rural del Uruguay pero que también integró los cuadros funcionales de Casa Victorica en la década de los 80, así como Daniel y Alejandro Dutra, -de una empresa “competidora pero amiga” como dijo Carlos Victorica-, Gerardo Zambrano –integrante de la firma durante muchos años- y varios de los integrantes de Plaza Rural, encabezados por su presidente, Ricardo Stewart Arrosa.

En la oportunidad también se hizo un racconto de la trayectoria de la firma desde sus inicios a la actualidad, texto que compartimos a continuación:

Es un verdadero honor estar hoy aquí, nada más y nada menos que en la celebración de los 130 años de una empresa 100% familiar y 100% nacional.

Que ha hecho y sigue haciendo historia. Que ha sido pionera en numerosas actividades que hoy son habituales y están generalizadas en los negocios rurales o en los agronegocios.

Y que ya está viendo como una quinta generación se está involucrando en mantener en alto el estandarte de un apellido.

Un apellido que es sinónimo de trabajo, responsabilidad y servicio. De una verdadera marca construida por su fundador a fuerza de caballerosidad e innovación, y que sus descendientes han sabido consolidar y acrecentar, por sobre los malos y los buenos momentos, y de los avatares del país y de la vida.

Que nos permite hoy conmemorar y festejar un nuevo aniversario, recordando el pasado y proyectándonos al futuro, a partir de un presente donde el apellido y la marca VICTORICA continúan transitando un camino pleno en trabajo y recto en procedimientos.

Diez años atrás, un libro recogió la historia de la firma y de su fundador. Allí hay innumerables citas que hoy, una década después, cobran cada vez mayor vigencia.

En su prólogo, Ignacio de Posadas decía que “Por la profesión elegida, los Victorica abrazan dos de las corrientes económicas vitales del Uruguay, el comercio y el agro, luchando por asegurar que no pierdan su contacto, que la sangre vital de una llegue a la otra, y de esta a la primera, nutriéndose entre sí, a fin de que ambas puedan vivir a plenitud”

Y en otro párrafo agregó: “Es una historia plena de éxitos, pero que revela su mayor atractivo en los momentos difíciles, cuando lo visible es lo profundo.  Mucho más que el deslumbramiento del éxito logrado, impacta el coraje y la lealtad frente al revés, muchas veces injusto e inesperado”.

Vamos a ubicar el escenario en el que se creó CASA VICTORICA, en 1887, por parte de Alejandro Juan Victorica Bresque, hijo de descendientes de marineros vascos que anclaron en estas tierras por los avatares de la vida.

Ese año se celebró el jubileo de oro de la reina Victoria en Inglaterra, se estrenaba la ópera Otello de Giuseppe Verdi en Milán, se conocía la invención del transformador por  George Westinghouse, se editaban los libros Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle y El fantasma de Canterville de Oscar Wilde, y el 11 de diciembre nacía en Tacuarembó nada más y nada menos que Carlos Gardel.

Entonces el país salía del período histórico denominado militarismo y la nación se encontraba en período de ordenamiento.

Se incrementaban los stocks de ganado vacuno y ovino, mejoraba la genética de base criolla a partir del ingreso de razas puras como Durham (Shorthorn) y Hereford en vacunos y Merino Rambouillet y Lincoln en ovinos, y los saladeros se iban transformando en frigoríficos a partir de que ya era posible enviar carne congelada en barcos hacia Europa.

En ese marco, Alejandro Victorica recibió el 19 de agosto de 1887 su matrícula para ejercer como rematador público. Tenía 27 años, una vitalidad encomiable y una personalidad emprendedora que lo llevaron a distinguirse rápidamente en aquella sociedad uruguaya de entonces.

Fue fundador del Jockey Club como lo fue más adelante de la Federación Rural –de la que fue presidente durante dos períodos- y muchos años después de la Asociación Nacional de Rematadores, y de la Asociación de Consignatarios de Ganado, y viajó a Europa en busca de reproductores para mejorar los rodeos de numerosos establecimientos.

Fue impulsor del Primer Congreso Ganadero Agrícola realizado durante la Exposición organizada por la Asociación Rural del Uruguay en 1895 en el predio donde hoy se ubica el edificio de la Intendencia de Montevideo, y en ese mismo lugar, durante varios años, realizó ferias ganaderas.

El inicio del nuevo siglo ubica a la ya entonces Victorica y Cía. como un referente en materia de negocios rurales, y a don Alejandro como impulsor de las sociedades rurales del interior y al desarrollo de las ferias ganaderas en distintos puntos del país.

En ese entonces, el país no llegaba al millón de habitantes, pero disponía de siete millones de vacunos, 18, 6 millones de ovinos y casi 600 mil equinos.

También fue Victorica la firma en realizar el primer remate de cabaña, en Nueva Mehlem, en 1915, gran impulsor de la creación del Frigorífico Nacional, en 1928, y la primera en realizar una exportación de ganado en pie, mil toros y cuatro mil lanares para Rusia, en 1929.

A su muerte en 1933 siguió su legado el tercero de sus hijos, Juan José Victorica, que ese mismo año obtuvo su título de rematador público. Con él a cargo de la empresa se incrementan las ferias ganaderas y liquidaciones en todo el país, se extiende la red de agencias de la firma y comienzan los remates laneros y los de campos.

Juan José Victorica Belgrano también desempeña una activa vida gremial, siendo presidente de la Federación Rural y directivo de la Asociación Rural del Uruguay.

En 1952 se integra, con su hijo Carlos, la tercera generación familiar a la empresa, que sigue creciendo en el número de ferias ganaderas y remates de cabañas, incluyendo ventas en Río Grande del Sur.

Paulatinamente se van sumando los otros hijos: Juan José, María Hortensia, Alejandro –con cuya incorporación nació el área de administración de estancias de la firma-, Augusto y Pablo. Fue tan importante el desarrollo que tuvo el rubro administración de establecimientos, que se sumaron servicios de tasaciones, particiones y asesoramientos.

La empresa llegó a tener bajo administración más de 30 establecimientos, sumando unas 100 mil hectáreas, en 17 departamentos del país.

Alejandro Victorica heredó también la pasión gremial, siendo consejero y vicepresidente, durante dos períodos, de la Federación Rural. Y por dicha institución fue delegado en la Comisión Nacional de Estudio Agrológico de la Tierra, a la que aún conocemos y valoramos su importancia por su sigla, CONEAT, que estudio la productividad de la tierra padrón a padrón, herramienta que aún hoy se sigue utilizando.

El de 1962 no fue un año más en el historial de la firma: se cumplieron 75 años de trayectoria, se realizó el primer remate lanero con la Cooperativa de Rocha, creció el número de locales ferias y de remates de cabañas en la cartelera de la empresa y en el denominado patio de la sede en la avenida Rondeau, se llevaron a cabo numerosas ventas, por lo general en simultáneo a la realización de la Expo Prado.

En 1974, con 70 años y después de algunas dolencias cardíacas, fallece en Buenos Aires don Juan José Victorica, a donde había ido para operarse con el médico René Favaloro.

La tercera generación Victorica asume la responsabilidad con decisión y organización. Trabajarán desde entonces en equipo, distribuyéndose las áreas de trabajo e incrementando las actividades de la firma a todo nivel. De esa época se recuerdan las primeras exportaciones de ovinos en pie hacia el norte de África y Cercano Oriente.

En 1975 y para dedicarse a otros rubros comerciales, deja la empresa Augusto Victorica, que se había desempeñado como rematador y en el área de embarques a frigoríficos.

En esa década se suman nuevos representantes en el interior, se amplía la cartelera de remates de cabañas y hasta se crea el departamento de aviación de la empresa. Con aviones propios se atiende en forma dinámica la intensa actividad comercial que la firma desarrolla en todo el país.

En 1982 se vive un año terrible: lo que ya se vislumbraba sucede. A fines de noviembre se produce “el quiebre de la tablita”, esto es que se altera el valor del dólar que hasta entonces estaba bajo control.

La debacle es generalizada y regional. La gente incumple sus deudas, y Casa Victoria debe hacer frente a dichos incumplimientos que ha garantizado con su propio crédito. Pero el temple de los hermanos y su conducción firme y decidida logran superar, tras dos años verdaderamente inolvidables, la situación.

El retorno a la vida democrática, en 1985, generó algunas sorpresas desagradables pero también de las otras: en junio se incendiaron las oficinas de la Av. Rondeau con enormes pérdidas y sin seguro. En el Prado la firma vendió dos carneros Ideal traídos de Nueva Zelanda en 100 mil y en 70 mil dólares. Y en diciembre 30 la empresa fue copada por asaltantes que se llevaron mucho dinero, todo destinado a hacer frente a obligaciones con clientes y proveedores. El primer día hábil de 1986 la empresa cumplió con todos los pagos.

Dos años después, Casa Victorica celebró su primer centenario de vida. Y lo hizo con dos acontecimientos: en el Prado, premiando a sus clientes tradicionales y ganadores de grandes campeones en la exposición, y en el Club Alemán, homenajeando a funcionarios y colaboradores.

En 1989, ya con la empresa saneada totalmente tras las consecuencias del fatídico 1982, los hermanos Victorica se replantean la continuidad de la empresa. Alejandro, Carlos y Pablo deciden no continuar con las actividades. Sí quiso hacerlo Juan José, fundamentalmente porque alguno de sus hijos quería seguir en el rubro.

El 14 de mayo de 1989 se hace pública la salida de la empresa de los tres hermanos y de Gerardo Zambrano Antón, entonces responsable del departamento de lanas.

Mediante comunicados en la prensa, se informa a clientes, amigos y público en general, se establece que Juan José Victorica seguirá al frente de Victorica Rematadores y Victorica Consignaciones S.A., que Alejandro continuará con la administración de establecimientos rurales, y que Gerardo Zambrano abrirá su propia firma, dedicada a la consignación de lana y negocios rurales.

Así Juan José Victorica Turenne continúa con la tradición familiar, acompañado por sus hijos Juan José Victorica Sáenz, en el departamento de Reproductores, y el recién ingresado Ignacio Victorica Sáenz en el departamento financiero.

Las dificultades económicas del país en general, y del sector agropecuario en particular, llevaron a sucesivas reorganizaciones internas, hasta que en 1991 Juan José y su hijo Ignacio deciden reformular totalmente el escritorio.

Así el 1º de agosto de ese año y bajo la denominación Victorica y Asociados, Ignacio Victorica Sáenz queda a cargo de la empresa, en asociación con varios viejos funcionarios de la misma, y con el respaldo financiero de su madre, Juanita Sáenz de Victorica.

Son años difíciles, con clientes y representantes que deciden tomar otros caminos comerciales, pero el joven Ignacio, con el apoyo de su padre acompañándole en el martillo y en los siempre necesarios consejos que la experiencia suele fortalecer, va recuperando áreas, clientes y servicios poco a poco.

El nuevo siglo llega con nuevas piedras en el camino: primero la aftosa y luego la crisis económica del 2002, cuando se retiran sus socios, ponen a prueba la viabilidad de la firma y la capacidad de Ignacio como único conductor de la misma.

Ignacio es uno de los fundadores de Plaza Rural y, en la crisis, tiene la capacidad de buscar las oportunidades: la venta de campos a inversores argentinos se convierte en un recurso  inmejorable para concretar nuevos negocios y la consolidación de las ventas por pantalla le dan una nueva y mayor visibilidad a la renovada empresa.

Ahora también con el apoyo y consejo de su tío Gilberto Sáenz, Victorica y Asociados renueva su estructura, y suma nuevos clientes en los embarques a frigorífico, negocios particulares y remate de reproductores.

Su padre Juan José, que falleció el 5 de diciembre de 2006, llegó a ver –y a disfrutar-, cómo su hijo comenzaba a despegar en la vieja y renovada empresa familiar.

En 2007 se conmemoraron los 120 años de Victorica Rematadores con la publicación del libro 120 años de Historia. Homenaje a nuestros mayores”, donde toda la familia se sumó para honrar tan significativa fecha a través de un testimonio escrito por Jorge León Otero, tras los primeros textos alusivos a la fecha que dejó escritos Juan José Victorica Turenne.

Hoy la empresa Victorica, bajo la denominación de Victorica y Asociados, ya tiene en sus filas a una integrante de la quinta generación, Julieta Victorica Musacchio, trabajando en el área administrativa de la firma.

En estos tiempos, hoy, ahora, que es posible ver hacia atrás una historia desarrollada durante 130 años, también parece factible vislumbrar que este excelente presente de la firma se habrá de continuar con el paso del tiempo, de las generaciones…

Con nuevos integrantes de la familia Victorica bregando por mantener bien en alto el legado de los mayores, más allá de las vicisitudes de las crisis o de los buenos momentos comerciales.

Con el respaldo de los mayores, con el trabajo y esfuerzo de sus integrantes actuales, con el entusiasmo de las nuevas generaciones, la CASA VICTORICA tiene muchos años más para seguir cumpliendo.

Fotos de El País.

En la superior, Carlos Victorica Turenne, Ignacio Victorica Sáenz, Julieta Victorica Musacchio, Pablo Zerbino, Augusto y Alejandro Victorica Turenne.

En la inferior, Alejandro Dutra; Carlos, Ignacio, Julieta, Augusto y Alejandro Victorica, y Daniel Dutra.

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